El coaching, como lo conocemos ahora, inicia alrededor de los años 80 cuando comienza a consolidarse como disciplina en Estados Unidos y rápidamente se extiende al resto del mundo. Surge en el ámbito del deporte: el coach (entrenador) es la persona que el deportista contrata para alcanzar resultados que están más allá de lo que hasta el momento ha logrado. Hace algunas décadas el coaching se aplica en todo tipo de organizaciones, en grandes y pequeñas empresas, así como en el ámbito personal.
La ICF, International Coaching Federation, define: El coaching profesional consiste en una relación profesional continuada que ayuda a obtener resultados extraordinarios en la vida, profesión, empresa o negocios de las personas. Mediante el proceso de coaching, el cliente profundiza en su conocimiento, aumenta su rendimiento y mejora su calidad de vida.
Añadimos a esta definición que el coaching es un proceso dinámico e interactivo, que busca el camino más efectivo para alcanzar los objetivos fijados, usando los propios recursos y habilidades de las personas que solicitan este servicio. Se podría decir que el coaching es una disciplina de humanismo pragmático. Humanismo porque está orientado al SER: Valoriza el bienestar, la satisfacción, el cuidado de uno mismo, la calidad de vida y el crecimiento humano. Pragmático porque está orientado a HACER: utiliza metodologías para mejorar el desempeño de las personas que quieren obtener resultados extraordinarios.
¿Para qué sirve?
- Lograr resultados extraordinarios
- Gestionar procesos de cambio
- Mejorar las relaciones inter e intra-personales
- Mejorar la comunicación y la confianza
- Crecer, aprender y desarrollarse
- Aumentar el nivel de satisfacción
- Alcanzar nuevas metas
- Lograr más empatía con el entorno